Se ha dicho en nuestras sesiones de trabajo que la zona del Atlántico es una evidencia. Sin descuidar el papel de las regiones del Pacífico y la interdependencia cada vez más profunda entre todas las regiones del mundo, el Atlántico mantiene un papel clave en el futuro del planeta. En esta región se concentran dos tercios del PIB mundial y cerca del 70% del consumo en el mundo. Es aquí también donde se centra la mayor parte del tráfico marítimo y aéreo del globo y más de la mitad del agua dulce renovable del planeta, además de una gran mayoría de las reservas de minerales raros. Desde el punto de vista de la energía (convencional y renovable), la zona del Atlántico ya está desempeñando un papel clave para el futuro modelo de economía más “limpia” y sostenible que debería surgir de la crisis actual. En cuanto al suministro de la humanidad con productos alimenticios, el Atlántico abarca las últimas grandes fronteras agrícolas en el mundo.
Sin embargo, la zona del Atlántico es también una fuente de tensiones y problemas. Aquí conviven las desigualdades sociales más profundas y la brecha es enorme entre las grandes potencias industriales y los países más pobres. Una vez más, los tráficos (drogas, armas, seres humanos), la delincuencia transnacional y la violencia en todas sus formas, ponen a todas las sociedades ribereñas ante un desafío. Y sabemos actualmente que estas amenazas y problemas no pueden ser resueltos sin una cooperación creciente entre los Estados del Atlántico.
Sin embargo, una zona con todos estos recursos, con sus oportunidades y sus limitaciones, permanecerá un simple concepto geográfico si no se materializa en acciones de cooperación concretas. Esta voluntad de trabajar juntos es la condición imprescindible para convertirlo en tema político, económico y social susceptible de tener un impacto sobre su propia dimensión y el resto del mundo. Sin embargo, la zona del Atlántico tiene la ventaja de combinar la mayor diversidad y algunas referencias comunes fuertes. Una especificidad que, a pesar de terribles dramas históricos, es un buen augurio para la consolidación de la cooperación.
Los debates del Foro Internacional "Para una Iniciativa Tricontinental Atlántica” han permitido revelar varios campos en los cuales algunas medidas concretas podrían ser adoptadas sin demora:
1) El propio océano, que conecta a las sociedades de esta zona es, obviamente, el primer elemento posible para la cooperación. Las acciones conjuntas en este campo incluyen al menos tres dimensiones:
a) la gestión y regulación de los recursos naturales, especialmente los recursos pesqueros. Un primer enfoque podría ser la cooperación entre laboratorios especializados que permitiría compartir los conocimientos.
b) la elaboración de una respuesta frente a la amenaza que plantea la delincuencia transnacional, en particular el tráfico de drogas, armas y seres humanos, así como la piratería en la zona marítima del Atlántico.
c) la protección y la organización de las actividades económicas marítimas (regulación, vigilancia y salvamento en el mar).
2) La energía es también un campo clave:
a) garantizar la seguridad del abastecimiento energético en la zona del Atlántico mediante inversiones en la prospección y la explotación de hidrocarburos (en particular en las zonas off-shore) y el establecimiento de flujos de abastecimientos cuyas cantidades y precios serían más previsibles a medio y largo plazo.
b) desarrollar juntos las ramas de energías renovables y sostenibles por vía de las inversiones, las transferencias de tecnología, la estandarización de los productos y la apertura de los mercados de consumo.
3) Agricultura: América Latina y África son las dos “fronteras agrícolas” más importantes todavía disponibles, en el momento en que Europa y América del Norte son potencias agrícolas con altos niveles de productividad. Una zona atlántica mejor regulada tendría entonces un impacto decisivo sobre los volúmenes y los precios de los productos básicos que se intercambian en el mercado mundial.
a) Una vez más, el objetivo consiste en movilizar capitales, la investigación agrícola y los medios de producción y de distribución (fertilizantes, maquinaria, infraestructura...) con el fin de asegurar, al mismo tiempo, la producción sostenible (control de las técnicas de producción, la protección de los suelos, la preservación de los recursos y de la biodiversidad) y una alta previsibilidad en cuanto a los suministros y los precios a largo plazo.
4) El agua: Debe ser prioritario garantizar el acceso al agua para las poblaciones a través de formas de gestión adecuadas para este recurso en tanto que bien público. Desarrollar además programas para la gestión sostenible de los recursos hídricos en la zona del Atlántico, no sólo en la agricultura sino también en los procesos de la producción industrial y minera, así como en la producción de energía.
5) La lucha contra el calentamiento global y la protección de la biodiversidad
a) La zona del Atlántico incluye las dos mayores masas de bosques ecuatoriales, cuya preservación es esencial para mantener las condiciones de equilibrio climático. Pero debemos también garantizar las posibilidades de desarrollo de los habitantes de estas zonas forestales. Preservar el bosque estableciendo al mismo tiempo modelos de crecimiento económico respetuosos de la biodiversidad puede ser objeto de cooperación entre Estados y de colaboraciones con el sector privado (por ejemplo, la Cooperación Financiera Noruega-Brasil en este campo así como la iniciativa-piloto para una economía amazónica sostenible promovida por el Estado de Amazonas en Brasil).
b) Los dos polos, el Ártico y el Antártico, desempeñan también un papel importante en la regulación del clima mundial. El calentamiento actual modifica también los datos de la navegación polar y del acceso a los recursos en esas regiones. Un número de países ribereños del Atlántico siempre han mostrado un gran interés por estas zonas y sería necesario establecer un diálogo con el fin de llegar a una gestión mejor de los inevitables cambios que sufrirán los estatutos de las regiones polares.
6) Movilidad humana y desarrollo. La zona atlántica prevalece de una tradición de fusiones humanas. La cooperación en el campo del movimiento de las personas en esta zona es urgente para evitar los enfoques de seguridad del problema de la emigración, garantizar los derechos de los migrantes y encontrar soluciones “ganador-ganador” tanto para los países de acogida como los países de origen. Algunos ejemplos:
a) El desarrollo de cadenas de producción de valores transnacionales, lo que permitiría la creación de puestos de trabajo en los países de origen, relacionados con el acceso a los mercados de los países de acogida.
b) Proporcionar productos de ahorro y gastos de transferencia más competitivo con el fin de de canalizar los flujos financieros de los migrantes hacia inversiones productivas en el país de origen
c) Firmar acuerdos de cooperación para evitar los flujos clandestinos y la lucha contra los traficantes de seres humanos, respetando los derechos de los migrantes.
7) Desarrollar nuevas tecnologías necesarias para el ajuste de las economías del Atlántico a un nuevo modelo de economía "verde". Esto implica más que una simple transferencia de tecnología, la realización de proyectos productivos comunes de inversión en el marco de cooperaciones intersectoriales para acelerar la transición hacia modos de producción más sostenibles. Esto significa también luchar contra la tentación de un nuevo proteccionismo verde, lo que sería discriminatorio para el comercio de los países con menos medios para lograr esta transición.
8) Educación: En el marco de este nuevo modelo económico más "verde" y sostenible, el desarrollo de la economía del conocimiento es fundamental. Por lo tanto, es necesario y posible desarrollar cooperaciones atlánticas en el ámbito de la educación mediante el establecimiento de mecanismos para promover la movilidad de los estudiantes y los profesores y las cooperaciones entre las universidades y centros de investigación en la zona del Atlántico.
a) desarrollar una base común de conocimientos técnicos básicos al final de la enseñanza obligatoria, reconocida por todos los Estados ribereños.
b) definir un sistema conjunto de cualificaciones profesionales en la zona atlántica para promover la movilidad de las competencias.
c) determinar las profesiones del futuro en el medio ambiente, el agua y las energías renovables, las competencias y habilidades relacionadas y conectar en una red las instituciones de formación que preparan para estas profesiones.
Por supuesto, no sería realista y probablemente contraproducente, pensar que estos diferentes campos de actividades conjuntas inter-atlánticas deberían reunir todos los Estados ribereños. La única manera razonable de iniciar este proceso es la concepción de las diferentes cooperaciones concretas como proyectos con "geometría variable", cada uno llevado por un grupo de Estados o actores no gubernamentales que tengan interés en participar en éstos. No se trata de crear una nueva organización junto con todas las que existen y están haciendo su trabajo. Sin embargo, sería útil y necesario para el desarrollo de este "espíritu atlántico" que instemos cada Estado, cada autoridad local, cada actor gubernamental de esta zona a poder integrar esta dimensión Atlántica en su manera de establecer su política interna y de realizarla.
Sin embargo, la zona del Atlántico es también una fuente de tensiones y problemas. Aquí conviven las desigualdades sociales más profundas y la brecha es enorme entre las grandes potencias industriales y los países más pobres. Una vez más, los tráficos (drogas, armas, seres humanos), la delincuencia transnacional y la violencia en todas sus formas, ponen a todas las sociedades ribereñas ante un desafío. Y sabemos actualmente que estas amenazas y problemas no pueden ser resueltos sin una cooperación creciente entre los Estados del Atlántico.
Sin embargo, una zona con todos estos recursos, con sus oportunidades y sus limitaciones, permanecerá un simple concepto geográfico si no se materializa en acciones de cooperación concretas. Esta voluntad de trabajar juntos es la condición imprescindible para convertirlo en tema político, económico y social susceptible de tener un impacto sobre su propia dimensión y el resto del mundo. Sin embargo, la zona del Atlántico tiene la ventaja de combinar la mayor diversidad y algunas referencias comunes fuertes. Una especificidad que, a pesar de terribles dramas históricos, es un buen augurio para la consolidación de la cooperación.
Los debates del Foro Internacional "Para una Iniciativa Tricontinental Atlántica” han permitido revelar varios campos en los cuales algunas medidas concretas podrían ser adoptadas sin demora:
1) El propio océano, que conecta a las sociedades de esta zona es, obviamente, el primer elemento posible para la cooperación. Las acciones conjuntas en este campo incluyen al menos tres dimensiones:
a) la gestión y regulación de los recursos naturales, especialmente los recursos pesqueros. Un primer enfoque podría ser la cooperación entre laboratorios especializados que permitiría compartir los conocimientos.
b) la elaboración de una respuesta frente a la amenaza que plantea la delincuencia transnacional, en particular el tráfico de drogas, armas y seres humanos, así como la piratería en la zona marítima del Atlántico.
c) la protección y la organización de las actividades económicas marítimas (regulación, vigilancia y salvamento en el mar).
2) La energía es también un campo clave:
a) garantizar la seguridad del abastecimiento energético en la zona del Atlántico mediante inversiones en la prospección y la explotación de hidrocarburos (en particular en las zonas off-shore) y el establecimiento de flujos de abastecimientos cuyas cantidades y precios serían más previsibles a medio y largo plazo.
b) desarrollar juntos las ramas de energías renovables y sostenibles por vía de las inversiones, las transferencias de tecnología, la estandarización de los productos y la apertura de los mercados de consumo.
3) Agricultura: América Latina y África son las dos “fronteras agrícolas” más importantes todavía disponibles, en el momento en que Europa y América del Norte son potencias agrícolas con altos niveles de productividad. Una zona atlántica mejor regulada tendría entonces un impacto decisivo sobre los volúmenes y los precios de los productos básicos que se intercambian en el mercado mundial.
a) Una vez más, el objetivo consiste en movilizar capitales, la investigación agrícola y los medios de producción y de distribución (fertilizantes, maquinaria, infraestructura...) con el fin de asegurar, al mismo tiempo, la producción sostenible (control de las técnicas de producción, la protección de los suelos, la preservación de los recursos y de la biodiversidad) y una alta previsibilidad en cuanto a los suministros y los precios a largo plazo.
4) El agua: Debe ser prioritario garantizar el acceso al agua para las poblaciones a través de formas de gestión adecuadas para este recurso en tanto que bien público. Desarrollar además programas para la gestión sostenible de los recursos hídricos en la zona del Atlántico, no sólo en la agricultura sino también en los procesos de la producción industrial y minera, así como en la producción de energía.
5) La lucha contra el calentamiento global y la protección de la biodiversidad
a) La zona del Atlántico incluye las dos mayores masas de bosques ecuatoriales, cuya preservación es esencial para mantener las condiciones de equilibrio climático. Pero debemos también garantizar las posibilidades de desarrollo de los habitantes de estas zonas forestales. Preservar el bosque estableciendo al mismo tiempo modelos de crecimiento económico respetuosos de la biodiversidad puede ser objeto de cooperación entre Estados y de colaboraciones con el sector privado (por ejemplo, la Cooperación Financiera Noruega-Brasil en este campo así como la iniciativa-piloto para una economía amazónica sostenible promovida por el Estado de Amazonas en Brasil).
b) Los dos polos, el Ártico y el Antártico, desempeñan también un papel importante en la regulación del clima mundial. El calentamiento actual modifica también los datos de la navegación polar y del acceso a los recursos en esas regiones. Un número de países ribereños del Atlántico siempre han mostrado un gran interés por estas zonas y sería necesario establecer un diálogo con el fin de llegar a una gestión mejor de los inevitables cambios que sufrirán los estatutos de las regiones polares.
6) Movilidad humana y desarrollo. La zona atlántica prevalece de una tradición de fusiones humanas. La cooperación en el campo del movimiento de las personas en esta zona es urgente para evitar los enfoques de seguridad del problema de la emigración, garantizar los derechos de los migrantes y encontrar soluciones “ganador-ganador” tanto para los países de acogida como los países de origen. Algunos ejemplos:
a) El desarrollo de cadenas de producción de valores transnacionales, lo que permitiría la creación de puestos de trabajo en los países de origen, relacionados con el acceso a los mercados de los países de acogida.
b) Proporcionar productos de ahorro y gastos de transferencia más competitivo con el fin de de canalizar los flujos financieros de los migrantes hacia inversiones productivas en el país de origen
c) Firmar acuerdos de cooperación para evitar los flujos clandestinos y la lucha contra los traficantes de seres humanos, respetando los derechos de los migrantes.
7) Desarrollar nuevas tecnologías necesarias para el ajuste de las economías del Atlántico a un nuevo modelo de economía "verde". Esto implica más que una simple transferencia de tecnología, la realización de proyectos productivos comunes de inversión en el marco de cooperaciones intersectoriales para acelerar la transición hacia modos de producción más sostenibles. Esto significa también luchar contra la tentación de un nuevo proteccionismo verde, lo que sería discriminatorio para el comercio de los países con menos medios para lograr esta transición.
8) Educación: En el marco de este nuevo modelo económico más "verde" y sostenible, el desarrollo de la economía del conocimiento es fundamental. Por lo tanto, es necesario y posible desarrollar cooperaciones atlánticas en el ámbito de la educación mediante el establecimiento de mecanismos para promover la movilidad de los estudiantes y los profesores y las cooperaciones entre las universidades y centros de investigación en la zona del Atlántico.
a) desarrollar una base común de conocimientos técnicos básicos al final de la enseñanza obligatoria, reconocida por todos los Estados ribereños.
b) definir un sistema conjunto de cualificaciones profesionales en la zona atlántica para promover la movilidad de las competencias.
c) determinar las profesiones del futuro en el medio ambiente, el agua y las energías renovables, las competencias y habilidades relacionadas y conectar en una red las instituciones de formación que preparan para estas profesiones.
Por supuesto, no sería realista y probablemente contraproducente, pensar que estos diferentes campos de actividades conjuntas inter-atlánticas deberían reunir todos los Estados ribereños. La única manera razonable de iniciar este proceso es la concepción de las diferentes cooperaciones concretas como proyectos con "geometría variable", cada uno llevado por un grupo de Estados o actores no gubernamentales que tengan interés en participar en éstos. No se trata de crear una nueva organización junto con todas las que existen y están haciendo su trabajo. Sin embargo, sería útil y necesario para el desarrollo de este "espíritu atlántico" que instemos cada Estado, cada autoridad local, cada actor gubernamental de esta zona a poder integrar esta dimensión Atlántica en su manera de establecer su política interna y de realizarla.